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Obama quiere darle una oportunidad a la guerra


Aunque sea a regañadientes, los congresistas de ambos partidos, que han recibido 22,6 millones de dólares de la industria armamentista durante la campaña electoral 2009-2010, terminarán votando a favor del ataque contra Siria.

Walter Goobar
Con la negativa de buena parte de sus aliados y la del G-20 para enrolarse en su nueva aventura bélica, Barack Hussein Obama está sufriendo la más estruendosa derrota de su política exterior: si la votación para bombardear Siria hubiese tenido lugar ayer, "habría sido aprobada en el Senado y rechazada en la Cámara de Representantes", dice en un correo electrónico Thomas Mann, experto del think tank Rookings Institution y uno de los mayores conocedores del Congreso de EE UU. "Lo que veo es que la batalla para revertir un rechazo en la Cámara de Representantes se hace cuesta arriba –añadió–. Pero es posible."
Desde que en el 2010 la oposición republicana recuperó el control en la Cámara de Representantes, no se ha aprobado ninguna ley de importancia en el Capitolio. El bloqueo sistemático del Partido Republicano, bajo la influencia del Tea Party, ha frenado las principales iniciativas del presidente demócrata.
Pero esta vez es distinto, dice Mann. La oposición al ataque a la Siria de Assad es transversal, demócrata y republicana. Esto tiene ventajas: Obama tiene la oportunidad de ganar apoyos republicanos –algo insólito en años recientes– y, según este experto, "permite una deliberación en el Congreso más seria de la que nos hemos acostumbrado".
Un recuento de The Washington Post indica que, de 100 senadores, 27 han decidido votar que no o se inclinan por esta opción, 23 votarán que sí y 50 están indecisos. Otra cosa es la Cámara de Representantes, de mayoría republicana y tradicionalmente más indisciplinada que el Senado. El mismo recuento indica que 227 representantes de 433 votarían no o se inclinan por esta opción. Sólo 25 defienden la acción militar. Los indecisos son 181.
Obama suma y resta mientras espera que el respaldo de notorios neoconservadores le permita conseguir unos 50 votos del Partido Republicano en la Cámara.
Pero estos votos serán insuficientes si no suma una amplia mayoría de demócratas. Y, obtener el apoyo de los demócratas progresistas que temen respaldar un compromiso militar más amplio en Siria, pronostica Mann, será lo más difícil para el presidente, que ha redoblado su ofensiva para persuadir a los ciudadanos y al Congreso.
Aunque sea a regañadientes, los congresistas de ambos partidos, que han recibido 22,6 millones de dólares de la industria armamentista durante la campaña electoral 2009-2010, terminarán votando a favor de la guerra. Por lo pronto, las acciones de empresas de armamentos como Raytheon cotizan en alza desde la semana pasada. Buena parte de la venta de armas del 2011, y cuyo valor era 85 mil millones de dólares –el doble que en 2010–, fue a parar justamente al Medio Oriente. La monarquía saudita –una de las dictaduras apañadas por EE UU–, pagará 70 millones de dólares de los gastos iniciales de la invasión, una cifra que calcula recuperar con el alza del precio del petróleo.
A pesar de que Barak Obama no pudo vender su guerra a los aliados y ni siquiera a la opinión pública de su propio país, la suerte de Siria parece echada: en un lapso de 72 horas el Pentágono planea descargar un aluvión de bombas y misiles. "Los estrategas estadounidenses optan ahora por una descarga masiva de misiles, seguida rápidamente de otros ataques sobre los objetivos no alcanzados o no destruidos por el ataque inicial", indicó este fin de semana el diario Los Angeles Times, citando fuentes del Departamento de Defensa estadounidense.
La Casa Blanca ha pedido una lista de objetivos ampliada para incluir "muchos más" que la lista inicial, de medio centenar de objetivos. EE UU quiere obtener una potencia de fuego adicional para neutralizar a las dispersas fuerzas del gobierno sirio, declararon los funcionarios estadounidenses al diario.
Los estrategas del Pentágono contemplan la participación de bombarderos de la Fuerza Aérea y de cinco destructores estadounidenses para lanzar misiles crucero y misiles aire-tierra, permaneciendo fuera del alcance de la defensa antiaérea siria. Los estrategas militares son conscientes que embarcarse en una guerra en Siria representará un riesgo extremo. Por eso, han planeado un tipo de agresión definida con cinismo como "aséptica"; es decir, limitada a tratar de destruir instalaciones claves del gobierno sirio, preferiblemente con misiles lanzados desde sus barcos en la zona, lo que sólo causaría bajas del lado sirio. Si esto no es suficiente para conseguir sus fines y también tiene que recurrir a los bombardeos aéreos, la situación se complicará notablemente. Siria no es Libia: tiene un ejército digno de ser considerado como tal y dispone de sistemas de defensa antiaérea de fabricación rusa bastante avanzados.
El gobierno sirio cuenta con sistemas antiaéreos Buk-M1, Tor-M1, C-125 y C-200, así como un sistema antiaéreo de lanzamiento de misiles Pantsir-C1. Este tipo de arma puede desplegarse en zonas montañosas y mimetizarse fácilmente con el terreno sin ser detectada, pues su radar no emite señales que permitan su localización pero sí capta las que producen los aviones F-16 y F-18 de los ejércitos occidentales.
A esto se agregan los indicios de que los Estados Unidos han trasladado y reestructurado los principales comandos nucleares previendo una eventual confrontación nuclear con Rusia sobre Siria. Hay dos escuadrones de bombarderos nucleares puestos directamente bajo el mando de la Casa Blanca. Más de 2000 armas nucleares han sido trasladadas clandestinamente y ahora están almacenadas en una antigua base de submarinos.
Por donde se lo mire, Obama oculta que esta guerra será más peligrosa que las anteriores que su país emprendió porque existe un latente peligro de regionalización desde el instante en que caiga la primera bomba. En la letra chica del permiso para atacar Siria que Obama giró al Congreso, está claro que más temprano que tarde, EE UU se verá forzado a desplegar tropas sobre el terreno. El Pentágono ha calculado que para "controlar las armas químicas de Siria" necesita a 75 mil soldados en suelo sirio.
Una cronología de hechos previos a la presunta matanza del 21 de agosto permite afirmar que la línea roja que Obama trazó en Siria no era el uso de las armas químicas –utilizadas por ambos bandos–, sino que estas fueron un mero pretexto para un plan concebido previamente:
–El 24 de marzo, The Washington Post informó que el Pentágono tenía preparado el envío de tropas a Siria y realizar una serie de bombardeos aéreos sobre el país.
–El 16 de mayo, 41 países liderados por el Pentágono realizaron ejercicios navales en el Golfo Pérsico.
–El 5 de junio, 8000 soldados de 19 países hicieron maniobras en la frontera jordano-siria con misiles Patriot y aviones de combate F-16, y lo llamaron "Eager Lion" ("León impaciente"). Assad en árabe significa "león".
Cuando el Congreso de EE UU examine la cuestión Siria, sus miembros deben tener presente una verdad fundamental: si bien el presidente de Siria, Bashar al Assad, ha recurrido repetidas veces a una violencia extrema para conservar el poder, los Estados Unidos –y otros gobiernos de Oriente Medio y de Europa– comparten la responsabilidad de haber convertido a Siria en un campo de exterminio. Dichos gobiernos, encabezados por los EE UU, han procurado explícitamente el derrocamiento violento de Assad. Sin su participación, lo más probable es que el régimen de Assad hubiera seguido siendo represivo; con su participación, Siria se ha convertido en un lugar de muerte y destrucción en gran escala. Más de 100 mil personas han muerto en el curso de esta guerra civil fogoneada por Occidente.
La única manera de entender la actuación de EE UU en Siria es la de una guerra por elevación con Irán, una estrategia cínica que ha contribuido al aumento en gran escala de la violencia.
Tiempo Argentino
10-SEPT-201


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