UN TRAFICANTE DE ARMAS REVELA QUE FUSILES ARGENTINOS IBAN A LA GUERRILLA PERUANA

La bolilla que faltaba

El contrabando argentino de armas no termina en los casos de Croacia y Ecuador. Walter Spengler, el comerciante de arsenales que fue socio de la Fuerza Aérea, asegura que fusiles argentinos tenían como destino a los guerrilleros peruanos del MRTA, los mismos que tomaron la embajada de Japón en Lima.

Por W.G.
La guerrilla peruana del MRTA (Movimiento Revolucionario Túpac Amaru) era la destinataria de una operación ilegal –y hasta ahora desconocida– de tráfico de armas en la que está involucrado el Ejército Argentino”, según reveló a XXI el comerciante de armamentos Walter Spengler. El cargamento conteniendo fusiles FAL cuyos números de serie 4215 pertenecen al Ejército Argentino, minas antipersonales y antitanque, panes de trotyl y explosivo plástico C-4 iba a ser utilizado por los emerretistas en la espectacular toma de la embajada de Japón en Lima que el grupo protagonizó en diciembre de 1996. Sin embargo, el arsenal nunca llegó a destino: “En febrero de 1995, cuando la carga se encontraba en la zona franca de Panamá explotó dejando un saldo de dos muertos y 26 heridos”, dice Spengler. Hace un tiempo, el nombre de este comerciante en armamentos que fue socio del brigadier Oscar Juliá (hermano del jefe de la Fuerza Aérea) cobró notoriedad cuando declaró que Monzer Al Kassar había visitado varias plantas militares en Córdoba y que el estallido de la fábrica militar de Río Tercero fue “un pase de facturas”.
“Las armas para la guerrilla peruana venían disimuladas en barriles de hierro pero hubo un llamado denunciando que contenían drogas y cuando los funcionarios de la aduana panameña intentaron cortar los barriles con soplete, se produjo la explosión de los panes de trotyl. Hubo dos muertos y 26 heridos y entre los restos de la explosión los investigadores encontraron un papel minúsculo que decía ‘Villa’ y por eso creo que el explosivo puede haber salido de la fábrica de pólvora de Villa María”, relata Spengler y remarca que a su juicio esa explosión fue intencional: “Alguien quiso abortar la operación”.
El fiscal federal Carlos Stornelli, que investiga el tráfico de armas a Ecuador y Croacia, admitió conocer la denuncia del presunto arsenal que estalló en Panamá, pero explicó a XXI que el caso no forma parte, por ahora, de la causa que lleva adelante: “Tengo que ver con qué elementos cuenta Spengler para probar esta denuncia”.
En enero de 1997, mientras los guerrilleros del MRTA mantenían cautivos durante 126 días a 74 rehenes en la embajada de Japón en Lima, el jefe del Consejo de Defensa y Seguridad Nacional (CDSN) panameño, Gabriel Castro, reveló que el MRTA había utilizado a su país como base logística para traficar armas. Por su parte, el diario El Universal reveló que Néstor Cerpa Cartolini, el jefe del comando guerrillero que ocupaba la embajada japonesa en Lima, había estado en tres ocasiones en el país canalero.
El jefe policial hizo referencia al estallido del lote de armas –el que según Spengler procedía de la Argentina–, y confirmó que el destinatario del cargamento era el MRTA.
Walter Spengler, por su parte, responde ambiguamente con respecto al papel jugado por el ahora prófugo traficante Diego Palleros (quien confesó haber pagado una coima a “un influyente hombre” del gobierno argentino por la operación que llevó armas a Ecuador y Croacia):
–¿Palleros intervino en el contrabando de armas para el MRTA?
–No sé, nosotros lo único que sabemos es que hay alguna relación entre las empresas que estaban haciendo negociados con armas y puede haber algún tipo de cercanía con ellos...
Spengler conoce de cerca el paño argentino. En 1988, firmó con el brigadier Ernesto Crespo un convenio por el cual el Estado nacional, a través del Ministerio de Defensa y el Estado Mayor de la Fuerza Aérea, incorporó a Quimar, la empresa de Spengler, como socia para la producción de aviones sin piloto. Spengler habría recibido un pago de la Fuerza Aérea por más de dos millones de dólares y se escapó con su secretaria a Panamá, donde actualmente reside.
–Hace un tiempo, usted declaró que el estallido de la Fábrica Militar de Río Tercero, en Córdoba, había sido “una factura que alguien pasó”. ¿Lo sigue pensando?
–No tengo ninguna duda al respecto. Y en realidad la expresión “pase de facturas” es de Diego Palleros. La tomé de él.
–¿Cuál sería el motivo de ese “pase de facturas”?
–El tema es que había tantas transacciones y movimientos... todas operaciones ilegales, por supuesto... y faltantes de material, incumplimiento de entregas, incumplimiento de la calidad de lo que estaba pactado (muchas de las amas estaban falladas). En fin, muchos factores.
–¿Hay una conexión entre la explosión de Río Tercero y la presencia de Monzer Al Kassar en la Argentina?
–Yo pienso que sí. Al Kassar tiene muy buenas relaciones con el Gobierno, a nivel político, e hizo operaciones avaladas por el Gobierno, como la exportación de aviones Pucará a Sri Lanka. También hizo algunas otras operaciones que no eran económicas sino un tipo de regalo de gobierno a gobierno. Al Kassar no solamente visitó las plantas de producción de la Fuerza Aérea sino también fábricas del Ejército. Estuvo tres veces en Córdoba, por lo menos.
–Hay gente que afirma que usted hace estas denuncias porque quedó fuera del negocio...
–(Se ríe) No, yo estoy retirado desde el año ’92 y no quiero saber nada.
–¿Qué opina sobre la serie de muertes dudosas de testigos que conocían o estuvieron involucrados en el tráfico de armas argentinas?
–Lamentablemente, quien se mete en este tipo de negocios tiene que saber que eso está a la orden del día. Es un negocio peligroso... muy peligroso [

Revista Veintitrés
ID nota: 4780
Numero edicion: 17      01/01/1998