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Rohaní, un cambio en la continuidad para irán

La ceremonia de investidura de Hassan Rohani, a la que fueron invitados todos los jefes de estado y gobierno del mundo, salvo los de Israel y EE UU, fue una puesta en escena del fin de la era de Ahmadineyad, marcada por el aislamiento internacional de Irán.

Walter Goobar
Más allá del empeño por dotar a Irán de la capacidad para enriquecer uranio al 20%, Mahmud Ahmadineyad será recordado como el presidente que cuestionó el Holocausto y negó que en su país hubiera homosexuales. Reformistas, conservadores y apolíticos responsabilizan al mandatario del catastrófico estado en que deja la economía y de la penosa imagen internacional de su país. Aun así, los analistas persas no creen que vaya a desaparecer de la escena política.
La elección del reformista Hassan Rohaní, que este domingo juró ante el Parlamento, como nuevo presidente, generó una ola de expectativas de distensión tanto dentro como fuera de Irán. Después de los ocho años de desafíos y provocaciones de Ahmadineyad, el mensaje conciliador de su sucesor es una bocanada de aire fresco. Su promesa de una mayor transparencia en el controvertido programa nuclear, que desencadenó la catarata de sanciones internacionales que paralizan la economía iraní, abre la posibilidad de un arreglo.

"Quiero enfatizar que nunca hemos buscado la guerra con ningún país del mundo", declaró en una evidente alusión a los temores de Israel, cuyos dirigentes ven la posibilidad de que Irán adquiera la bomba atómica como una amenaza existencial. Pero Rohaní dejó claro que los iraníes no están de rodillas ni dispuestos a ser humillados.
Lo cierto es que las sanciones redujeron las exportaciones de petróleo (la principal fuente de divisas) y también la capacidad para transferir el dinero que recibe como contrapartida. La prensa iraní se quejaba este domingo de que China está aprovechándose para pagar sus compras de crudo con vagones de subterráneo a precios por encima de mercado. Mientras, los importadores de medicamentos tienen problemas para hacer los pagos correspondientes.

"A Irán no se lo puede someter con sanciones o con la amenaza de la guerra", advirtió Rohaní, suscitando el aplauso de funcionarios, periodistas y técnicos.
"Mi gobierno va a hacer todo lo posible para fomentar la confianza entre Irán y el resto de los países del mundo", aseguró. En un discurso de media hora, el clérigo de 64 años y aspecto afable, reclamó diálogo y respeto en lugar de sanciones. "Si quieren la respuesta adecuada (a la crisis nuclear), no utilicen el lenguaje de las sanciones, sino el del respeto", manifestó Rohaní ante representantes de medio centenar de países.
La ceremonia de investidura, a la que fueron invitados todos los jefes de estado y gobierno del mundo, salvo los de Israel y EE UU, fue una puesta en escena del fin de la era de Ahmadineyad, marcada por el aislamiento internacional de Irán. Entre los ausentes "relevantes", se contaban los presidentes de América Latina y sus homólogos de Rusia y China, con los que Rohaní se encontrará en Bishkek (Kirgizistan) durante la reunión anual de la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS) en septiembre.
La nutrida concurrencia al acto de asunción, una novedad en sí misma, se ha interpretado como un signo del cambio de rumbo que el nuevo presidente quiere imprimir a la política exterior.
Su referencia a la necesidad de que el gobierno respete los derechos y libertades de todos los ciudadanos también despertó muestras de aprobación del público.

Muchos observadores se muestran convencidos de que el éxito económico de Rohaní depende de que logre el consenso del resto de los dirigentes iraníes para solucionar el problema nuclear. A la vez, temen que los sectores más conservadores intenten sembrar el camino con trampas para sabotear cualquier intento de reforma. Un ejemplo de ello fue atribuirle a Rohaní la frase "Israel, una herida que debe ser eliminada", justo cuando él, en su discurso –tergiversado– en apoyo a los palestinos intentaba con un verdadero malabarismo verbal ni mencionar el nombre del Estado hebreo. Esto, a su vez, le dio la premier israelí, Benjamín Netanyahu la oportunidad que necesitaba para definir a Rohaní como un lobo disfrazado de cordero. El propio Rohaní, al explicar en su discurso lo que entiende por moderación, habló de la necesidad de "establecer un delicado equilibrio entre los ideales y las realidades, poner los intereses nacionales por encima de los partidistas, alcanzar un consenso nacional y el Estado de Derecho".
La politóloga iraní Nazanin Armanian advierte que la prensa demócrata estadounidense comete un error al presentar a Rohaní como un aspirante a Gorbachov que con sus "glasnost" y "perestroika" será capaz de desmantelar la República Islámica y salvar a Estados Unidos de involucrarse en una terrible guerra. Armanian puntualiza que Rohaní no es el máximo dirigente de Irán ni simpatiza con las democracias liberales (hoy desprestigiadas), ni busca una rendición gorbachoviana ante Washington.
La politóloga persa, residente en Barcelona y columnista del diario Público, aventura que Rohaní más bien es un Obama: un hombre del sistema que viene a remendar los destrozos de su antecesor, y aunque proclama "Yes, we can", ni puede –por estar rodeado de lobos, lobbys y tiburones– ni quiere lanzar reformas que cambien la estructura del poder, puesto que iría contra los intereses de su propia clase social.
De hecho, Rohaní estuvo 16 años al frente de las negociaciones nucleares con el grupo 5+1, con trágicos resultados para los intereses nacionales del país.

Tampoco liberará a los presos políticos, ni siquiera a los ancianos líderes del Movimiento Verde, Karroubi, Musavi, y Rahnavard, en arresto domiciliario desde 2009. El todopoderoso jefe del Estado, Alí Jamenei, condicionó su liberación a un arrepentimiento público, a lo que ellos se negaron. A pesar de que desde junio pasado, cuando se proclamó el triunfo electoral de Rohaní, se suavizaron algunas aristas, la persecución a los reformistas no cesó. Cerca de 1000 activistas y funcionarios reformistas siguen en prisión. Los que salieron no recuperaron sus puestos en la Administración o la universidad, y reciben la visita semanal de los servicios de Inteligencia que les recuerdan que una declaración fuera de lugar los conducirá nuevamente a la cárcel.
Las escasas facultades legales del presidente ni siquiera lo autorizan para armar su gabinete. Antes de pedir el voto de confianza en el parlamento, Rohaní tuvo que mostrar la lista de sus candidatos a ministros al ayatollah, quien rechazó cuatro. Otro dato del escaso margen de maniobra de Rohaní es que antes de pisar el palacio presidencial dejó de lado una de sus principales promesas, incluir mujeres en el gabinete. No pudo nombrar ni una.

El problema de Rohaní es la constelación política que presenta Irán. Según la Constitución, la última palabra en cuestiones políticas la tiene el máximo líder espiritual. A él se suman el influyente clero y los poderosos Guardianes de la Revolución. Aparte del ala ultraconservadora, que aún no digiere la derrota en las urnas y que espera que Rohaní cometa algún error.
La distensión que pretende el nuevo mandatario tiene un límite infranqueable: los máximos dirigentes iraníes están convencidos de que EEUU no dejará de intentar derrocarlos, aunque sólo sea para complacer a Israel, y eso a pesar de los riesgos y daños que esa aventura bélica lleva implícita. La última prueba, la noticia publicada por el diario israelí Arutz Sheva, según la cual el presidente de Estados Unidos prometió a Netanyahu tomar medidas contra la amenaza nuclear iraní "en los próximos meses" a cambio de que Tel Aviv reanude las conversaciones de paz con Palestina. En la misma línea, la revista Foreign Policy revela que Israel compró un campo de aviación en Azerbaiyán, frontera con Irán. Armanian sostiene que "a Obama y Rohaní los une la falta de contar con el apoyo necesario y el interés de evitar una guerra en la que no habrá ganadores. Ni siquiera Israel o Arabia saudíta."
Diversos analistas coinciden en que la catarata de sanciones impulsadas por EE UU y la Unión Europea sabotea los esfuerzos del equipo de Obama de abrir una ventana a la diplomacia entre ambos países, y puede empujarlo a cometer el mismo error que Bush con Irak. Por ese motivo, la política de distensión del nuevo presidente de Irán no cuenta con el apoyo del Parlamento –controlado por los ultras e intransigentes, quienes le prohibieron en una carta abierta integrar en su equipo a los reformistas–; ni del ejército de los Guardias Islámicos –de los que Ahmadineyad también se quejaba por el control absoluto que ejercen sobre los altos cargos del Estado, y sobre la economía, en todas las ramas, desde petroquímica, hasta el ladrillo y transporte-. Esa concentración de poder es la que impidió –entre otras cosas–, que el Parlamento iraní ratificara el Memorándum de Entendimiento firmado con Argentina para posibilitar las indagatorias en territorio iraní a los imputados por el atentado contra la AMIA, en el que murieron 85 personas. Es más que difícil que el nuevo mandatario logre reflotar aquel acuerdo que roza las entrañas del poder.
Rohaní, que representa un cambio en la continuidad, tiene escasos 100 días para mostrar sus habilidades al mundo. La cuenta regresiva ya comenzó.
Tiempo Argentino
06-AGOSTO-2013




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