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JOSE ALFREDO MARTINEZ DE HOZ

Joe, el cazador impiadoso

La pasión de José Alfredo Martínez de Hoz por la caza mayor es conocida y en sus épocas de gloria ocupó muchas tapas de revista posando junto a sus trofeos. Tan grande era su debilidad por la caza mayor que en los días previos al golpe del 24 de marzo de 1976, el trío compuesto por Jorge Rafael Videla, Emilio Massera y Orlando Agosti tuvo que llamarlo a Kenia, donde se encontraba de safari, para ofrecerle el Ministerio de Economía del gobierno de facto.

Por Walter Goobar
La pasión de Alfredo “Joe” Martínez de Hoz por la caza mayor es conocida y en sus épocas de gloria ocupó muchas tapas de revista posando junto a sus trofeos. Tan grande era su debilidad por la caza mayor que en los días previos al golpe del 24 de marzo de 1976, el trío compuesto por Jorge Rafael Videla, Emilio Massera y Orlando Agosti tuvo que llamarlo a Kenia, donde se encontraba de safari, para ofrecerle el Ministerio de Economía del gobierno de facto.
“Lo llamaron a Martínez de Hoz y a otros… Martínez de Hoz no quería, pero Videla le insistió mucho. Le dijo: ‘Usted es el único de los civiles que tiene aceptación y si no es usted, yo tengo que poner un general en Economía y eso es un desastre’. Le puso una presión grande y a mí me ofreció la Secretaría de Hacienda unos días antes del ‘proceso’”, narró Juan Aleman al autor de esta nota en el 2004.
El impiadoso cazador africano habló con los golpistas hasta la medianoche, y finalmente aceptó. El plan económico de la dictadura ya tenía sustento ideológico. Y fue anunciado el 2 de abril de 1976.
Desde el Ministerio de Economía, José Alfredo Martínez de Hoz continuó actuando con la lógica de cazador, manejando la economía a punta de fusil. En ese sentido, el secuestro extorsivo de los empresarios textiles Federico y Miguel Ernesto Gutheim –que ahora lo han llevado a la cárcel–, no fue un caso aislado.
El juez Norberto Oyarbide también tiene en sus manos la causa por los crímenes de la Triple A –que son anteriores a la dictadura–, y también aparece el nombre del depredador Alfredo Martínez de Hoz.
El ex oficial inspector de la Policía Federal, Rodolfo Peregrino Fernández que fue asistente del ex ministro del Interior Albano Harguindeguy e integró la Triple A, sostuvo que el verdadero bautismo de fuego de la Triple A fue la represión ilegal en Villa Constitución contra los trabajadores de Acindar, Metcon, Vilber y Marathon avalada y financiada por la gerencia de Acindar que estaba a cargo de José Alfredo Martínez de Hoz, mientras que la presidencia del directorio la ejercía Arturo Acevedo.
El arrepentido Fernández narró que la gerencia de Acindar pagó 100 dólares a cada uno de los represores para generar las detenciones y posteriores torturas en el ex albergue de solteros de la empresa, que se convirtió en el primer centro clandestino de detención de personas en el país antes del golpe de Estado de 1976.
“Martínez de Hoz convirtió a Acindar en una especie de fortaleza militar, con cercos de alambres de púas… y pagaba a todo el personal policial (jefes, suboficiales y tropa) un plus extra en dinero, suplementario al propio plus que percibían oficialmente los efectivos”,?relató el policía arrepentido.
El golpe tuvo su aporte civil decisivo que sumó cuadros técnicos y un programa económico. Su núcleo fue el grupo dirigido por Jaime Perriaux, un abogado e intelectual de derecha.
Disfrazaron con forma de proyecto aniquilar a la entonces diezmada guerrilla imponiendo la apertura externa, la desregulación de la economía y la protección de la renta financiera en ascenso. José Alfredo Martínez de Hoz fue el nombre emblemático del grupo. Otros civiles que no integraban el grupo de Perriaux y fueron decisivos en la instrumentación del plan integraron su gabinete económico. Y todos encontraron su lugar en la democracia: Joe integró los directorios de Estrella S.A., Acindar y el Banco General de Negocios, una actividad que siempre combino con el fuerte trabajo de lobbyista que realizaba desde la comodidad de su departamento en el cuarto piso del edificio Cavanagh.
Todo el entorno de civiles que formaron parte de su círculo de colaboradores durante la dictadura, más tarde se reciclaron en democracia y aún hoy ocupan lugares privilegiados en la sociedad.
Guillermo Walter Klein, su secretario de Programación y Coordinación Económica, es uno de los tantos civiles que –después de la dictadura– encontró cobijo en el Colegio de Abogados de la Ciudad de Buenos Aires. Y es, como muchos, conferenciante del Consejo Argentino de Relaciones Internacionales (CARI), un elitista club donde su hobby son las relaciones internacionales. Alejandro Estrada fue secretario de Comercio Exterior del gabinete económico de Martínez de Hoz y en democracia ocupó la presidencia del Banco Privado y la vicepresidencia de la Asociación de Bancos Argentinos (ADEBA). Mario Antonio Cárdenas Madariaga, secretario de Agricultura de Videla, dio conferencias en el Ministerio de Economía hasta el 2004.
La vida académica es otro de los escenarios donde se destacan los colaboradores de Joe: Adolfo Diz presidió el Banco Central y hoy es profesor titular de finanzas internacionales de la UCEMA. Y Alejandro Reynal, el vice de Diz, es fundador, accionista y presidente ejecutivo de MBA y fue el vicepresidente de S.A. San Miguel, la mayor empresa comercializadora y exportadora de limones del mundo. El personaje fuerte del gabinete de Joe es el ya mencionado Juan Alemann, ex secretario de Hacienda y el primer funcionario civil de la dictadura procesado por delitos de lesa humanidad a partir de una investigación del autor de esta nota en la que se demostraba que Alemann había asistido a sesiones de tortura en la Escuela de Mecánica de la Armada.
En esa entrevista, el ex funcionario admitió que “la ESMA fue el único lugar donde se torturaba por placer. En otros lados sólo se torturaba para sacar información y luego los mataban. Lo de todas las guerras”, dijo Alemann frente al grabador y agregó que “no tenemos que hacer ninguna autocrítica”.
A comienzos de 1983 corrió el rumor de que en una de las paredes del departamento de Joe en el Cavanagh colgaba la cabeza disecada de la jirafa Carolina. La jirafa –adorada por grandes y chicos–, había muerto tres años antes en el zoológico de La Plata. Para terminar con los rumores y las habladurías, las autoridades del zoo exhumaron los restos de la jirafa y comprobaron que, efectivamente, le faltaba la cabeza.
El frívolo escándalo por la jirafa degollada cobró proporciones?tales que la esposa de Martínez de Hoz envió una indignada carta al director de La Nación, asegurando que a su marido podrían culparlo de muchas cosas, pero no de haber decapitado a Carolina.
Ese hombre enjuto, de mirada huidiza que durante años disfrutó del secreto placer de acariciar el gatillo mientras acechaba a sus víctimas?–en la espesura de la selva o detrás de un escritorio–, ayer debe haber experimentado –por primera vez– en carne propia ese infinito temor del cazador cuando se da cuenta que se ha convertido en presa. O –mejor dicho–, en preso. Por lo pronto, la decapitación de Carolina es el único delito de Martínez de Hoz que seguramente está prescripto.
Diario Buenos Aires Económico
05-05-2010 /  
  

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