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HORACIO CALDERON, BIOGRAFO DEL LIDER LIBIO

“La revuelta contra Khadafi huele a petróleo”

Mientras Muammar Khadafi sufre la deserción masiva de ministros y oficiales, su biógrafo, el argentino Horacio Calderón –uno de los latinoamericanos que mejor conoce a Khadafi–, lo defiende a capa y espada. Calderón ha tenido una veintena de encuentros con Khadafi y ha sido protagonista directo de varios eventos clave que signaron las relaciones de Libia y Argentina, como la provisión de misiles para la guerra de Malvinas, y dos millonarios ofrecimientos de aportes del líder libio a campañas electorales

Por Walter Goobar
Muammar Khadafi, el líder libio que lleva 42 años en el poder sin ocupar cargo oficial dentro de la estructura estatal en su país, afronta en estos días grandes dificultades por un levantamiento popular masivo. Khadafi dejó hace tiempo de ser un líder progresista para convertirse poco a poco en un socio de los grandes capitalistas occidentales quienes lo apadrinaron en su transformación. Desde entonces, el nepotismo del clan Khadafi se ha exacerbado y ha potenciado la desilusión de la población libia. Mientras sufre la deserción masiva de ministros y oficiales, su biógrafo, el argentino Horacio Calderón –uno de los latinoamericanos que mejor conoce a Khadafi–, lo defiende a capa y espada. Calderón ha tenido una veintena de encuentros con Khadafi y ha sido protagonista directo de varios eventos clave que signaron las relaciones de Libia y Argentina, como la provisión de misiles para la guerra de Malvinas, y dos millonarios ofrecimientos de aportes del líder libio a campañas electorales argentinas (ver nota aparte).
El biógrafo del jaqueado coronel, afirma que –a diferencia de lo que ocurre en Egipto, Túnez y otros convulsionados países del mundo musulmán–, en el trasfondo de la revuelta libia se adivinan los intereses neocolonialistas y del extremismo islamista que, a su juicio, convergen en su preparación, estallido y desarrollo.
Para Calderón, que habitualmente suscribe las tesis de los halcones norteamericanos sobre el Medio Oriente, la revuelta libia es una operación angloestadounidense que tiene como objetivo apoderarse de los yacimientos de petróleo libios. También señala que la cadena de noticias Al-Jazeera se ha convertido en un ministerio de propaganda del extremismo islámico. El experto alerta sobre algunos de los peligros que encierra el derrumbe del sistema político vigente, frente a la embestida generalizada del extremismo islamista. Calderón considera “idiotas útiles” a aquellos libios que piden la intervención extranjera en el país. “Esto huele a petróleo”, insiste a lo largo de la entrevista.
–Conoce a Khadafi desde 1976 y lo ha entrevistado en una veintena de oportunidades. Si hoy tuviera que escribir el epílogo de la biografía del coronel, ¿cómo definiría al personaje actual?
–No es fácil ponerse en la piel de Khadafi en estos momentos. El Khadafi actual tiene 69 años, el que yo conocí en febrero de 1976, tenía 34 años y yo 31. Obviamente hay un cambio, pero creo que todavía no se puede escribir el epílogo de Khadafi. El está librando un combate y existe la probabilidad de que se pueda mantener en el poder hasta resolver el tema de la sucesión que debe plantearse de manera inexorable.
–¿Por qué no se ha producido esa sucesión hasta ahora?
–Porque hay una disputa por el poder entre dos de sus hijos: Seif Al-Islam tiene una posición neoconservadora, al estilo de Estados Unidos, mientras que el otro hijo, Al- Moutassim –que es Consejero de Seguridad Nacional–, está alineado con la vieja guardia de la revolución libia.
–¿Qué escenarios imagina?
–El primer escenario que yo veo, es el de un Khadafi muerto en combate con las fuerzas que está enfrentando o por un bombardeo norteamericano o británico similar al que ocurrió en 1986 en el cual se salvó de milagro. El segundo escenario es un largo combate con los opositores libios, sin intervención extranjera, pero creo que la no intervención es un escenario menos probable.
–De Khadafi se dice que tomó prestados conceptos e ideas del egipcio Gammal Abdel Nasser, de Mao Tse Tung y de Juan Domingo Perón...
–Cuando tomó el poder imitó –desde el punto de vista organizativo y conspirativo– a Nasser y al Grupo de Oficiales Unidos (GOU) de Perón. Y a medida que pasaron los años, formuló una teoría llamada Tercera Doctrina Universal que es un calco de la Tercera Posición de Perón.
–Hay quienes opinan que el Libro Verde está calcado del Libro Rojo de Mao...
–Puede ser que haya copiado la idea de hacer el libro, pero él basa su revolución en dos pilares: la religión y el nacionalismo. Él le da un valor universal a eso: no es la religión islámica y el nacionalismo árabe. Una persona como yo –que soy católico practicante– podía firmar muchos párrafos de ese libro que él escribió para que lo entendieran sus pares y no los intelectuales. No son principios para ser aplicados exclusivamente en Libia y ésa es la razón por la que Khadafi tuvo tanta adhesión del peronismo y de la izquierda no peronista. Los peronistas veían en Khadafi un Perón árabe.
–La actual revuelta en Libia no tiene los mismos componentes sociales que las de Túnez o Egipto. En Libia se ha fracturado la alianza tribal que sostenía a Khadafi.
–Hay un conjunto de factores que concurren para el estallido en Libia. Por un lado está el régimen libio, cuyos dos pilares fundamentales son una alianza tribal organizada por Khadafi desde 1969 hasta la fecha, y el otro pilar lo componen las fuerzas armadas del país que están integradas por miembros de distintas tribus. Una de las tribus más importantes es la Warfalla, pero de esa tribu surgieron en 1993 un grupo de cincuenta oficiales –vinculados con los Hermanos Musulmanes de Egipto–, que intentaron derrocar a Khadafi. Hubo una represión muy fuerte y una purga de los oficiales que pertenecían a Warfalla que tiene un millón de miembros. Esa tribu es el factor fundamental en la actual desestabilización.
–Tanto en Túnez como en Egipto, el ejército fue crucial en la caída de ambos regímenes. ¿Cómo juega el factor tribal en las fuerzas armadas?
–Las fuerzas armadas están en una especie de impasse, porque están formadas por miembros de las principales tribus de Libia. No se le puede pedir a un coronel libio que mate gente de su propia tribu, porque crea un problema de sangre en la tribu. Es más probable que un capitán o un coronel deserte antes de matar a alguien de su tribu.
–Pero hay mercenarios africanos...
–Él tiene una brigada africana islámica que está compuesta por musulmanes antiislamistas. Ellos forman parte de una brigada de intervención en África que Khadafi siempre tuvo. No son mercenarios que matan por dinero.
–¿Qué es lo que diferencia este estallido de los de Túnez y Egipto?
–No hubo una juventud que se congregó en una plaza a manifestarse como en Egipto. Esto comenzó con ataques de grupos muy bien entrenados que quemaron el Palacio del Pueblo de Libia, el Palacio de los Congresos y el linchamiento de policías. Fue un comienzo violento en el que no existieron los bombardeos que inventó la cadena Al Jazeera. Creo que Al Jazeera está actuando como fogonera de la insurrección contra los regímenes laicos. No tienen el propósito de instaurar una democracia al estilo estadounidense, británico o francés, sino facilitar el acceso de la Hermandad Musulmana al gobierno de los distintos países.
–Usted equipara a los Hermanos Musulmanes con Al Qaeda...
–Es que tuvieron maestros e ideólogos comunes. De todos modos, yo no descarto que haya alguna intervención extranjera por parte de Estados Unidos o Gran Bretaña para fabricar un casus beli. Han presentado –de entrada– un problema de genocidio, inventando bombardeos aéreos que nunca existieron.
–El caso tiene ciertas analogías con las excusas para invadir Irak...
–Exacto, pero como acá no pueden agitar el fantasma de Al Qaeda ni las armas de destrucción masiva que justifiquen una intervención, lo plantean como un caso de genocidio y de derechos humanos. Esto va a brindar a Estados Unidos, Gran Bretaña y la Otan la ventana de oportunidad para intervenir en Libia para quedarse con el petróleo. A su vez, eso va a resultar funcional a Al Qaeda para convocar a miles de combatientes que se oponen a la presencia extranjera en tierras del Islam.
–Libia sufrió años de sanciones y embargos occidentales, Khadafi fue blanco de un bombardeo en el que murió una hija adoptiva, pero a partir de 2005 Khadafi recompone sus relaciones con Occidente. ¿No es paradójico que caiga ahora?
–En el mundo musulmán se está produciendo la finalización de un ciclo histórico que es el resultado –por un lado–, de la longevidad de los regímenes y de los líderes históricos. Yo hablo de un crujido de fin de siglo que comenzó con el derrumbe del bloque soviético y luego con el cambio de paradigma que produjeron los ataques del 11 de septiembre de 2001. Empezó en Argelia y se transformó en un reguero de pólvora y en un momento en que se está preparando una guerra contra Irán, nadie va a desperdiciar la posibilidad de tener a su disposición cuatro trillones de dólares a corta distancia de Europa para poder suplir lo que deje de producir Irán.
–¿El ataque a Irán es inevitable?
–Creo que es inevitable.
–Por parte de Estados Unidos, Israel o ambos.
–Israel solo no puede atacar.
–Usted suscribe las tesis de los halcones norteamericanos, pero en el tema de Libia se acerca a las posturas de la izquierda...
–Yo he sido un opositor acérrimo de la invasión estadounidense a Irak, y no es porque tuviera con Saddam Hussein la relación que tengo con Khadafi. Mi visión no es de izquierda ni de derecha, es tercerista.
–Pero cuando plantea que la revuelta contra Khadafi huele a petróleo o que Libia puede ser un surtidor en la guerra contra Irán, se acerca más a las tesis de la izquierda que a las de la derecha estadounidense.
–La gente tiene que comprender que al avalar la caída de regímenes laicos como el de Khadafi, se está impulsando la aparición de un extremismo islamista que es muchísimo más peligroso que las autocracias laicas que están siendo derrocadas.
–¿Y qué escenarios imagina para Libia?
–Una guerra civil, que sería el escenario menos grave para Occidente. Una fuerte posibilidad es la emergencia de territorios tribales autogobernados controlados por las tribus, como en Afganistán y Somalia. En cualquier escenario, va a ser muy difícil controlar a la población de Libia porque Khadafi estableció una suerte de socialismo utópico y anárquico. Pero no lo hizo para mantenerse en el poder, sino porque creía en esa utopía. Él estableció en Libia un socialismo anárquico y le dijo a cada libio: “Cada uno de ustedes es un Khadafi”. Y el problema es que los libios se lo creyeron. Los norteamericanos y los británicos –que son bastante ingenuos–, no van a tener que lidiar con un Khadafi, sino con tres millones de Khadafis.
 
Malvinas, misiles, montoneros y millones
Por Walter Goobar
Secretos libio-argentinos En 1969, cuando llegó al poder con 27 años, al frente de los oficiales libres que destronaron al rey Idris el Sanussi, el Coronel Muammar Khadafi lideró un golpe a imagen y semejanza de su ídolo, el coronel egipcio Gammal Abdel Nasser. En el libro Khadafi: La Operación Jerusalén, su amigo personal y biógrafo Horacio Calderón lo retrata como “un idealista, un hombre mucho más culto de lo que parece”.
En sus primeros años, Khadafi hizo reformas sustanciales, entre las que se destaca una reforma agraria y la nacionalización del petróleo, dedicando gran parte de los recursos obtenidos a mejorar el bienestar de las clases populares. Estableció también formas de participación de los obreros en los lugares de trabajo en las empresas (más de doscientas) que fueron nacionalizadas. Khadafi presentó aquella experiencia como la tercera vía entre capitalismo y socialismo. Pero su tercera vía se transformó, más tarde, en capitalismo popular, desarrollando políticas públicas que cambiaron significativamente muchas de las reformas que había realizado en los primeros años de su mandato. En muchos aspectos fue un giro de 180 grados.
A lo largo de tres décadas, el biógrafo argentino de Khadafi ha sido un testigo privilegiado de episodios que signaron las relaciones entre ambos países.
–En los orígenes de la Triple A se menciona a Libia como el proveedor de un cargamento de armas que compró José López Rega en 1975, cuando viajó a Libia a firmar unos acuerdos energéticos y nucleares...
–Ese episodio es previo a mi relación con Libia, pero no creo que ese país haya tenido ninguna intervención en el envío de armas para el peronismo ortodoxo ni para la izquierda argentina. Una de las cosas que yo recomendé firmemente a Khadafi fue no intervenir con armas ni con dinero para apoyar a sectores que pudieran estar enfrentados en la Argentina.
–Sin embargo, hubo militantes de Montoneros en Libia...
–De Montoneros y también del ERP, pero el que bloqueó los fondos para los Montoneros fui yo.
–Pero, ¿qué sabe sobre una partida de metralletas Sterling MK-4 con silenciador que importó López Rega?
–Sólo sé que esas armas que llegaron sobre el final del gobierno de Isabel Perón, no vinieron de Libia, pero no conozco su país de procedencia.
–¿Qué ocurrió durante la guerra de Malvinas?
–En febrero de 1976, Khadafi redactó una carta de puño y letra en la que le ofrecía a la presidenta Isabel Martínez de Perón dos escuadrillas de Mirages libios para luchar contra los ingleses en Malvinas. La oferta libia nunca llegó a ser considerada porque a las pocas semanas se produjo el golpe de Estado que derrocó a la viuda de Perón. “En 1982, al día siguiente del desembarco en las islas, yo me puse en contacto con las autoridades libias para pedirles el apoyo para Argentina. Recordé la carta de Khadafi ofreciendo los aviones Mirage, pero los marinos argentinos no me creyeron y la carta no aparecía. Paralelamente, había otro grupo de gente que trataba de convencer a Leopoldo Galtieri de que pidiera apoyo a Khadafi. Finalmente, Galtieri accedió, pero prohibió que viajaran civiles a Libia con la excepción de un intérprete y del sacerdote Aníbal Fosberi, rector de la Universidad Santo Tomás de Aquino y presidente de la Confederación de Universidades.
–Qué pasó con esa misión secreta?
–En mayo de 1982, seis aviones argentinos que viajaron a Libia cargaron misiles Magique y fue armamento libio con el que se destruyó el navío británico Sir Gallahan. Hubo otro cargamento con misiles tierra-aire SAM-7 que no alcanzaron a llegar a Malvinas.
–¿Los ingleses detectaron la presencia de los aviones argentinos en Libia?
–Sí, y uno de ellos estuvo a punto de ser derribado por un Vulcano británico.
–Usted viajó a Trípoli en plena guerra...
–En junio de ese año lo invité a Carlos Menem a Libia. Viajamos en el avión del Papa hasta Roma y En Trípoli nos enteramos de la derrota de Puerto Argentino.
–Años más tarde, Khadafi puso siete millones de dólares para la campaña de Carlos Menem...
–En realidad, Khadafi hizo dos ofrecimientos de dinero: en la elección entre Italo Luder y Raúl Alfonsín, Khadafi ofreció cinco millones de dólares para la campaña. En esa oportunidad, yo exigí que se reuniera el Consejo Superior Justicialista que estaba presidido por Deolindo Felipe Bittel. Les transmití el ofrecimiento y al mismo tiempo les aconsejé que no lo aceptaran. Bittel coincidió conmigo en que ese dinero podía desencadenar un escándalo político y se desestimo el ofrecimiento.
–Pero en la elección Menem-Angeloz, Khadafi puso siete millones de dólares...
–En esa historia yo no tuve nada que ver. Quien manejó ese dinero fue Mario Rotundo y ese dinero fue a parar a bolsillos privados. El dinero libio no se usó para la campaña electoral.
–Finalmente, usted se convirtió en un testigo clave en el juicio contra Menem en la causa por el tráfico de armas a Croacia y Ecuador...
–Sí, porque a mí me ofrecieron participar en ese negocio y yo me negué.
Diario Miradas al Sur
13-03-2011

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