El Nóbel de la Paz se viste de mujer

Tres mujeres africanas compartirán el premio y los casi 1,5 millón de dólares con los que está dotado el Nobel de la Paz. Las liberianas y la yemení no se conocen y se verán por primera vez durante la ceremonia del 10 de diciembre.

Walter Goobar
En Oslo no se verá a galardonados en traje y corbata el 10 de diciembre próximo. En lugar de ello, coloridas túnicas africanas y el velo de una musulmana marcarán la entrega del Premio Nobel de la Paz de este año. El Comité noruego dividió el premio entre Tawakul Kerman, que se reveló durante la Primavera Arabe en líder de protestas antigubernamentales en Yemen; Leymah Gbowee de Liberia, quien luchó contra las violaciones por parte de los soldados durante la guerra civil, y su compatriota Ellen Johnson Sirleaf, la primera presidenta mujer elegida democráticamente en África. Se trata de la primera vez, en sus 110 años de historia, que el premio es concedido a tres mujeres a la vez.
Ellen Johnson Sirleaf se convirtió en la primera mujer que llegó al poder en África en 2006, cuando fue elegida mandataria de Liberia. Antes de su posesión ya era conocida como una controvertida luchadora que contribuyó al fin del conflicto armado y la caída del régimen del presidente que le precedió, Charles Taylor, y que ahora es juzgado por crímenes contra la Humanidad en un tribunal internacional.
Ellen Johnson Sirleaf empezó a mostrarse como opositora desde 1985, cuando presentó su candidatura al senado con un discurso crítico hacia el régimen militar, por lo que fue condenaada a diez años de cárcel, aunque consiguió su libertad poco después. La liberiana de 72 años estudió en la Universidad de Harvard, en Estados Unidos, y se hizo un nombre poco a poco en instituciones internacionales como la ONU y el Banco Mundial.
Una de las prioridades que desde el comienzo se impuso la presidenta, madre de cuatro hijos y abuela de ocho nietos, fue la reintegración de niños soldados traumatizados por la guerra. Johnson Sirleaf creó también una Comisión de la Verdad y la Reconciliación inspirada en el modelo sudafricano, que debe investigar las atrocidades de la guerra civil y contribuir a restaurar la paz y la estabilidad en el país africano.
El caos en el que estuvo inmerso Liberia durante las últimas décadas desnuda la historia de la esclavización y el pillaje implementadas por las potencias coloniales y neocoloniales en África. Liberia fue una creación de sociedades filantrópicas estadounidenses en el primer tercio del siglo XIX para reasentar a esclavos negros emancipados. Proclamada en 1847 como primera republica africana independiente, los negros libertos acabaron por constituir una especie de oligarquía (los congos) más adinerada y educada que se asentó en la costa y desplazó a los indígenas. De esta manera, los antiguos esclavos se reconvirtiéron en esclavistas.
Buena parte de los problemas que padeció Liberia se explican en los freemen (hombres libres) llegados de Estados Unidos o sacados de los barcos negreros por los británicos reconvertidos en policía marítima tras la abolición de la trata de esclavos. El golpe de Estado del sargento Samuel Doe (un indígena de la minoritaria etnia krahn) puso fin en abril de 1980 a más de cien años de dominio de los congo. Pero inauguró una era de violencia politica y represión que dio pie a un freemen Charles Taylor, que desencadenó una rebelión en diciembre de 1989, que acabó con el régimen y desató una sangrienta guerra civil que provocó la fragmentacion del país.
La decisión de premiar a Johnson Sirleaf sólo cuatro días antes de que comience una pareja votación en Liberia también produjo alguna controversia en África occidental. Su principal rival para la presidencia liberiana, Winston Tubman, dijo que el comité “estaba equivocado al dar el premio” y la describió como una “belicista” por su supuesto apoyo al caudillo Charles Taylor. “Es una militarista”, señaló en referencia a su apoyo a Taylor en los años ’80. “Llevó la guerra a nuestro país y lo saqueó”, añadió. “Necesitamos un cambio... no nos vamos a comer el Nobel.” La elección de este martes es la segunda desde que acabó la guerra de 14 años que dejó 200.000 muertos.
La menos conocida de las dos laureadas liberianas, Gbowee, escuchó sobre el premio recién después de aterrizar en Nueva York, donde planea promocionar sus memorias que llevan el título Poderosos sean nuestros Poderes. Gbowee se hizo conocida en Liberia cuando instó a las esposas y novias de facciones en guerra a que les negaran tener sexo hasta que depusieran sus armas. Sus esfuerzos comenzaron en pequeña escala en un mercado de pescado donde condujo las oraciones y los cánticos para la reconciliación y la paz.
En Yemen, una de las naciones donde más represiones han vivido los manifestantes de la primavera árabe, miles de mujeres salen a las calles para pedir la dimisión de su presidente Ali Abdalá Saleh. Entre ellas, Tawakul Kerman se destaca como un ícono de la oposición. Su lucha empezó antes de que estallaran las revueltas el 29 de enero. Desde 2007, Kerman era conocida por las manifestaciones que organizaba contra el gobierno. En 2006 y 2007 publicó artículos que anticipaban las revoluciones de este año, por lo que fue encarcelada.
Actualmente, Kerman acampa en la Plaza Tahir de Saná, en pleno corazón de las protestas, junto a sus dos hijos. Pertenece al Partido de Reforma Islámica Al Islah, brazo político de los Hermanos Musulmanes y principal fuerza política opositora de Yemen. También coordina el Consejo de los Jóvenes de la Revolución Árabe y preside la organización Mujeres Periodistas Sin Cadenas, que creó en 2005. Mientras la violencia incrementa a su alrededor y Yemen se aproxima a una guerra civil, Kerman se aferra a la lucha pacífica. Dedicó su reconocimiento a “a la sangre de los mártires y heridos” derramada en las revoluciones árabes y afirmó que seguirá su lucha “contra la opresión y la injusticia hasta que Saleh sea juzgado”.
Miradas al Sur
09-10-2011