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Carlos, el Chacal vuelve al banquillo

Antecesor de Osama Bin Laden como enemigo público, el venezolano Ilich Ramírez –alias Carlos o el Chacal-, esta siendio Juzgado por actos terroristas cometidos en Francia

Walter Goobar
Aunque desde 1997 purga una condena a cadena perpetua en una cárcel francesa, el venezolano Ilich Ramírez Sánchez, alias Carlos, mantuvo Carlos en jaque –durante un cuarto de siglo–, a los servicios secretos de Israel, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, Alemania y Japón, mientras gozaba de la protección de una quincena de países árabes y del ex bloque socialista. Las sangrientas hazañas reales y supuestas –enfrentamientos a balazos con policías franceses, una espectacular toma de rehenes en la sede de la Opep en Viena, numerosos atentados– inspiraron miles de artículos en la prensa mundial y una docena de biografías que fueron tejiendo la leyenda y el mito del enemigo público número uno.
Las mujeres encontraban emocionantes sus actitudes de playboy latinoamericano que siempre conseguía escapar de las trampas que el Mossad le tendía para eliminarlo.
Carlos actuaba como pistolero a sueldo para el Frente Popular para la Liberación de Palestina (Fplp), uno de los grupos escindidos de la OLP, con base en Siria.
Desde noviembre de 1982 y hasta 1994, Carlos vivió con su esposa y sus dos hijos en Damasco (Siria) bajo la protección de Hafez Assad y estuvo asociado con Monzer Al Kassar en el tráfico de drogas provenientes del valle del Bekaa.
Según David Yallop, autor de Hasta los confines de la Tierra, en 1987 el terrorista Carlos y su socio Monzer Al Kassar se reunieron en Buenos Aires y Río de Janeiro con los dos capos del narcotráfico colombiano, Jorge Ochoa y Gonzalo Rodríguez Gacha. Las tratativas respondían al proyecto sirio de canalizar drogas desde América del Sur hacia el mercado europeo. La posterior radicación en la Argentina de Monzer Al Kassar estuvo vinculada con aquella empresa en la que participaban tanto el terrorista Carlos como el entorno de Hafez Assad y su ministro de Defensa, Mustafá Tlass. Sin embargo, una serie de hechos imprevistos obligaron a más de un gobierno a cambiar de planes y a más de un terrorista a cambiar de domicilio.
Desde la primera guerra del Golfo, la presencia de Carlos en Damasco comenzó a tornarse incómoda para el presidente sirio que el 28 de noviembre de 1991 intentó deportarlo a Libia. Khadafi no vaciló y se lo mandó de vuelta. Poco después de la cumbre Clinton-Assad que se llevó a cabo en Ginebra en enero de 1994, el presidente sirio –cumpliendo un pliego de condiciones occidentales preestablecidas–, envió a su protegido Carlos Ilich Ramírez a Sudán bajo el pretexto de “preparar un gran atentado”. Pero el atentado planeado por Assad no lo tenía como protagonista sino como víctima: era un atentado contra su libertad. A mediados de agosto de 1994, el terrorista más famoso de los últimos tiempos ocupaba una celda de alta seguridad en París. Desde su primera comparecencia hace 17 años ante el juez Jean Louis Bruguière, el preso número 258461/F se proclama militante del Fplp, pero lo que más disgusta al magistrado es el interés que el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, manifiesta por su compatriota encarcelado. Pese a estar condenado a cadena perpetua, esta semana se inició un segundo juicio contra Carlos. Ante los ocho magistrados, el venezolano negó haber cometido el atentado del 29 de marzo de 1982 contra el tren Le Capitole entre París y Toulouse, que dejó cinco muertos y 28 heridos. “No hay pruebas de que yo puse una bomba”, insistió Carlos, de 62 años, antes de reiterar que ese ataque iba dirigido contra Jacques Chirac, entonces alcalde de París (1977-1995) y diputado de centro.
La acusación sostiene que ese atentado y los otros tres que siguieron –causando en total 11 muertos y 150 heridos– buscaban presionar a las autoridades francesas para que liberaran a dos camaradas de Carlos encarcelados en París, el suizo Bruno Breguet y la alemana Magdalena Kopp, su pareja en aquella época. Fiel al papel de leyenda de la lucha armada en los años ’70, Carlos se declaró “orgulloso de haber comandado operaciones como la de la Opep”, cuando en diciembre de 1975 tomó de rehenes a 11 ministros de Petróleo en Viena. En ese mismo papel se mantuvo cuando increpó al tribunal, al que reclamó: “Acúsenme de haber intentado matar a Chirac”.
Miradas al Sur
13-11-2011
 
 

 

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