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Siria: guerra con final abierto

El teatro de operaciones sirio ha pasado al de una guerra de movimientos en que la injerencia extranjera es cada vez más decisiva. Mientras EEUU -a través de la CIA-, Turquía, Arabia Saudita y Qatar, apuestan a la caída de Assad, Rusia e Irán se involucran cada vez más en su apoyo .

Por Walter Goobar
Siria ha entrado en una situación de poder dual con zonas liberadas y zonas que se mueven en contra del régimen. Se ve, por ejemplo, como ha ocurrido en Alepo, que los rebeldes del Ejército Sirio Libre (ESL) toman el control de una ciudad o una región y después se produce una ofensiva del régimen para retomar esa zona. El teatro de operaciones ha pasado al de una guerra de movimientos en que la injerencia extranjera es cada vez más decisiva. Mientras Estados Unidos –a través de la CIA–, Turquía, Arabia Saudita y Qatar apuestan a la caída de Assad, Rusia e Irán se involucran cada vez más en su apoyo
Hasta hace unos meses, la nutrida presencia de combatientes extranjeros en las filas del insurgente Ejército Sirio Libre (ESL) era un secreto militar, pero esa información reservada –que fue revelada por unos pocos periodistas como el español Daniel Iriarte en el portal Mediterráneo Sur o el francés Thierry Meyssan de la Red Voltaire– está ahora a la vista de todos: voluntarios libios han formado un grupo llamado Liwaa al Umma (que puede traducirse como “Brigada de la Comunidad de los Creyentes”) y combaten desde hace semanas al gobierno sirio, en una alianza al menos tácita con el Ejército Sirio Libre (ESL), compuesto por desertores de las tropas oficiales y sin orientación religiosa.
El líder del batallón islamista es Mehdi Harati, un comandante libio con pasaporte irlandés que no hace nada por ocultar su identidad. Al contrario: ha concedido entrevistas a la cadena estadounidense CNN y al diario irlandés The Irish Times.
Harati es un combatiente muy experimentado. A finales de julio de 2011 entrenó a la Brigada Trípoli en Zintán, en el oeste de Libia, compuesta de voluntarios libios venidos del extranjero. Menos de un mes después, este grupo de elite inició la insurrección en la capital libia, que finalmente condujo a la caída de Muammar Khadafi.
Daniel Iriarte señala que el número de miembros de la Brigada de la Comunidad de los Creyentes es incierto, pero todos coinciden en que aproximadamente un noventa por ciento de ellos son sirios, mientras que los demás son libios o de otros países árabes. La página de Facebook de este grupo muestra a decenas de ellos entrenándose con fusiles y haciendo instrucción en lo que parece ser algún lugar de Libia (las fotografías han sido retocadas digitalmente para que no puedan leerse las patentes de los vehículos y las pintadas en los muros, para no traicionar su localización).
Los libios no están solos en Siria: desde que el pasado febrero Ayman Zawahiri, el líder de Al Qaeda, realizó un llamamiento a que “los leones de Siria” derrocasen al presidente Bashar Assad, el conflicto sirio parece haberse convertido en un escenario cada vez más atractivo para los fundamentalistas islámicos, cuya presencia en suelo sirio es confirmada por un número creciente de pruebas. En junio, Mayid Bin Muhammad al Mayid, emir de las Brigadas Abdullah Azzam (un grupo escindido de Al Qaeda en Irak), pidió a todos los sirios que apoyasen “la rebelión contra el régimen de Asad”, y aseguró que después “se producirían revueltas posteriores contra gobiernos musulmanes” (que muchos yihadistas consideran ‘munafiq’, ‘hipócritas’ o falsos creyentes).
El Frente Nusrah por la Liberación de los Pueblos del Levante (que expertos en inteligencia consideran vinculado a Al Qaeda) ha reivindicado muchos de los atentados más espectaculares que han tenido lugar en suelo sirio en los últimos meses, incluyendo los coches-bomba de Damasco y Alepo. Los especialistas en terrorismo tratan ahora de determinar hasta qué punto existe relación entre este grupo y la rama iraquí de Al Qaeda, que también está presente en Siria.
La presencia de extranjeros de otros países en la frontera con Turquía es un hecho. El 22 de julio, Bülent Kiliç, un fotógrafo turco de la agencia AFP, se topó con un grupo de ciento cincuenta combatientes de una decena de nacionalidades diferentes, que proclamaban su lealtad a Al Qaeda en el Magreb Islámico o a la Shura Talibán. Y se ha confirmado el fallecimiento en combate de algunos de estos voluntarios, como el palestino Nidal Ashi, miembro del Ejército del Islam (que opera normalmente en Gaza), o de los ceutíes Rashid Wahbi, Mustafá Mohamed Tafo y, probablemente, también Mustafá Mohamed Layachi.
“El gobierno de Bashar al Assad no caerá fácilmente. Podría desmoronarse si padeciera una crisis interna, pero si eso no se produce, el régimen continuará luchando hasta el final de sus fuerzas.” Es el pronóstico de Gilbert Achcar, catedrático de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales en la School of Oriental and African Studies (SOAS), de la Universidad de Londres. Achcar es un destacado intelectual libanés, dedicado al estudio de los procesos revolucionarios en los países árabes. “Este régimen se apoya sobre las fuerzas armadas, fuerzas de elite que son alauíes, orgánicamente vinculadas al régimen, privilegiadas... Los alauíes representan menos del 15% de la población.”
La dimensión confesional del conflicto ha adquirido más importancia, señala Achcar, pero recuerda la raíz de lo que ocurre en Siria. “Se trata esencialmente de una rebelión popular contra un régimen dictatorial, que durante los últimos años ha acelerado reformas a favor de la liberalización económica, que ha beneficiado a una pequeña minoría de personajes del propio régimen, y que para la mayor parte de la población se ha traducido en alzas de precios y deterioro de las condiciones de vida.” Gilbert Achcar responde también a quienes consideran que Bashar al Assad y su partido Baas deberían contar con el apoyo de la izquierda política. Cree que se pronuncian así “a partir de reflejos antiimperialistas”. “Confunden el antiimperialismo con las variaciones oportunistas de una dictadura en sus relaciones con el exterior.” No se puede olvidar, dice, que el antecesor de Bashar el Assad, su padre, Hafez el Assad, en 1976, “intervino en Líbano para aplastar a la resistencia palestina y a la izquierda libanesa, en beneficio de la derecha cristiana y fascista”. Luego entró en conflicto con Washington, pero años más tarde, en 1991, “ese mismo régimen sirio hizo la guerra contra Irak, con Estados Unidos y bajo el mando de Estados Unidos”. También consideraban que Khadafi era antiimperialista, cuando colaboró en 2003 estrechamente con Estados Unidos en la llamada guerra contra el terrorismo. La lógica de que el enemigo de mi enemigo es mi amigo es desastrosa en política internacional”.
Miradas al Sur
12-08-2012

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